Corona

baja

4 km

2 h

47 €

Se trata de una ruta corta, pero no por ello menos sorprendente, perfecta para quienes desean adentrarse en uno de los paisajes más emblemáticos del norte de Lanzarote. El majestuoso Volcán de la Corona se alza imponente sobre el entorno, y desde los primeros pasos ya deja claro por qué es uno de los grandes tesoros naturales de la isla.

El sendero asciende suavemente entre coladas volcánicas y vegetación resistente al viento, hasta llegar al borde del impresionante cráter, una gigantesca cavidad que asombra por su tamaño y su belleza salvaje. Desde allí, la vista se pierde entre tonos rojizos, ocres y negros que narran la historia geológica de antiguas erupciones.

Durante la ascensión, el viento del norte acaricia la falda del volcán y acompaña al caminante con su frescor característico, dando a la ruta un toque aún más especial. Si se realiza la caminata al atardecer, la experiencia se vuelve mágica: los últimos rayos de sol iluminan la cima y el interior del cráter con tonos dorados y anaranjados, creando una despedida del día absolutamente inolvidable.

Una caminata breve, intensa y llena de belleza natural que captura la esencia volcánica de Lanzarote.

El sendero discurre entre antiguos campos de lava solidificada, acantilados negros y formaciones basálticas esculpidas por siglos de oleaje y viento. El salitre en el aire, el olor del volcán y el viento constante acompañan cada paso, ofreciendo una experiencia sensorial única capaz de conectar al caminante con la naturaleza más auténtica de la isla.

A medida que avanzamos, las olas rompiendo con energía contra la costa marcan el ritmo de la caminata, mientras que el tono oscuro de la tierra y el azul profundo del Atlántico crean un contraste que parece sacado de otro planeta. Al acercarnos a Tenésar, un pequeño y solitario pueblo costero, el paisaje se vuelve aún más sobrecogedor, mostrando el aislamiento y la paz que caracterizan este rincón escondido de Lanzarote.

Este recorrido es un auténtico cóctel de salitre, volcán y viento, perfecto para quienes buscan una caminata llena de sensaciones, fuerza natural y paisajes volcánicos inolvidables.

Desde el inicio nos dirigiremos hacia la costa de Playa Blanca, donde el paisaje se abre frente al imponente océano Atlántico. Durante esta primera parte del recorrido bordearemos acantilados suaves y senderos cómodos que nos conducirán hacia las famosas playas vírgenes de Papagayo, conocidas por sus aguas cristalinas y su arena dorada. Aquí podremos tomarnos un momento para admirar las vistas, respirar aire puro y captar la esencia natural de este enclave protegido.

A mitad del trayecto nos adentraremos en la historia militar de la zona con la visita a una batería de guerra construida en 1897. Estas antiguas instalaciones defensivas, aunque hoy en desuso, forman parte del patrimonio histórico local y permiten imaginar cómo era la vida y la vigilancia costera en aquella época. El entorno ofrece además una excelente panorámica sobre el litoral y las islas vecinas.

Continuando la ruta y acercándonos nuevamente al punto de partida, encontraremos una trinchera de la misma época, otro vestigio histórico que complementa la visión del pasado militar de la región. Este último tramo del recorrido destaca por su tranquilidad y por las vistas abiertas que acompañan el regreso.

En conjunto, la Ruta de Papagayo es un paseo accesible y enriquecedor, perfecto para quienes desean disfrutar de un entorno natural único mientras descubren fragmentos de la historia de Lanzarote.

A medida que avanzas, los paisajes volcánicos te envolverán con su belleza única. Las formaciones rocosas, creadas por antiguas erupciones, cuentan la historia de la actividad volcánica que ha moldeado la isla. Llegar a la cima del impresionante cráter te hará sentir lo pequeños que somos en comparación con la majestuosidad de la naturaleza. Desde este punto elevado, podrás apreciar la vastedad del paisaje volcánico que se extiende hasta donde alcanza la vista.

Saborear un aperitivo canario en la cima, acompañado de una copa de vino y las vistas panorámicas del parque, es simplemente extraordinario. La combinación de sabores locales y el entorno natural crea una experiencia sensorial inolvidable. El vino, producido en las bodegas de la isla, tiene un sabor único gracias al suelo volcánico en el que crecen las vides.

Para finalizar, no hay nada mejor que despedir el día con una sonrisa mientras dices adiós al sol. La puesta de sol tiñe el cielo de tonos cálidos, reflejándose en las rocas volcánicas y creando un espectáculo visual impresionante. La combinación de la magia volcánica, el clima agradable y la experiencia gastronómica hacen de esta ruta una aventura inolvidable.

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